CAYO JULIO CÉSAR
AMANECER
Hoy, en nuestro paseo por la historia, contaremos con un
personaje considerado como uno de los políticos y estrategas más hábiles de
todos los tiempos. Su nombre completo es Cayo Julio César, nació en el seno de
una familia patricia, un trece de julio del año 100 A.C., en la ciudad de Roma.
El destino le tenía reservada una vida apasionante, repleta de éxitos pero
también de traiciones y sufrimiento. Fue el último gobernante de la República
romana. Tras su asesinato en el año 44 A.C., se instauraría el Imperio romano.
Su relación familiar le permitió ocupar, desde muy joven, diferentes y
prestigiosos cargos públicos: Cuestor (69 A.C.), Edil (65 A.C.), Gran Pontífice
(63 A.C.), Pretor (62 A.C.), Propretor de la Hispania Ulterior (61-60 A.C.). En
el año 60 A.C., regresa a Roma y toma el poder gracias a la formación de un
triunvirato compuesto por el multimillonario Craso, el prestigioso general
Pompeyo y él mismo. En el año 59 A.C. fue elegido Cónsul y desde una labor
política que le proporcionó fama y reconocimiento solicitó el control de Galia
Cisalpina, Narbolense e Iliria, donde daría muestras de su talento militar y
comenzaría a fraguar su gran obra, la fundación inicial del futuro Imperio
romano.
Desde su más tierna juventud dio muestras de que nos
encontrábamos ante un personaje significativo. Cuenta la leyenda que fue
capturado por unos piratas, los cuales, ante su juventud y poca estatura,
comenzaron a burlarse de él.
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El jefe de los
piratas, con desprecio, dijo en alto: “¿Qué
rescate nos van a dar por alguien así?”
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César, orgulloso, le
replicó: “¿Cuánto crees tú que pagarían
por mí?”
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El pirata le contestó
con desdén: “No creo que me dieran ni
veinte talentos de plata”
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César, herido en su
orgullo, estiró todo su cuerpo, alzó la barbilla y fijó su mirada en el pirata,
y con autoridad le espetó: “Pide
cincuenta talentos por mí”
Aquella escena generó risas y burlas entre los piratas,
pero el jefe, intrigado, aceptó la propuesta. Mandó a sus esclavos para que
propusieran aquel rescate tal y como le había indicado César.
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El Jefe de los
piratas, antes de ordenar la salida de los esclavos para pedir el rescate,
amenazó al propio César con las siguientes y definitivas palabras: “Si no pagan tu rescate, morirás”
Hasta el día en que llegó la decisoria respuesta, César,
lejos de estar preocupado, se dedicó a criticar
a sus captores, pues los trataba como simples bárbaros, rudos,
indisciplinados e incultos navegantes. Una situación que generaba entre los
piratas cierta extrañeza pero al mismo tiempo provocaba hilaridad al ver la
actitud de aquel joven personaje que en cualquier momento podía morir. La
respuesta llegó y con ella los cincuenta talentos. Ante el asombro de los
piratas, César fue liberado.
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Cesar antes de
marcharse se dirigió de nuevo a su jefe y con seguridad y firmeza le dijo: “Volveré y cuando te encuentre te ahorcaré”
Y así fue, tal como lo había pensado, al llegar a la
península itálica, convenció a un armador y junto a una flota y un pequeño
ejército formado por mercenarios deseosos de aventura y riqueza, el joven César
encontró a los piratas y cumplió su promesa.
En nuestro siguiente paseo por la historia continuaremos
con Julio César...
Me ha encantado. Muchas gracias por la información.
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