LA CIUDAD DE NUMANCIA
Hoy, en nuestro paseo por la historia, nos centraremos en una población
que destacó por su heroísmo y capacidad de resistencia. Numancia fue una ciudad
destruida por los romanos completamente. Sus restos arqueológicos aportan una valiosa
información sobre nuestros antepasados, en concreto el pueblo celtibérico. Situada
en un lugar geográfico conocido como el cerro de la Muela de Garray, desde esta
elevada posición, sus habitantes dominaban una amplia llanura rodeada por inmensas montañas del Sistema Ibérico. Un lugar estratégico que permitía el control sobre un vado del río Duero, en un punto donde
confluían los caminos que comunicaban el valle del Ebro con el alto Duero.
La muerte de Viriato (episodio anterior), a manos de tres
de sus generales de confianza, dejó a los lusitanos sin líder. Una ciudad celtibérica,
posiblemente arévaca, tomó el relevo de la resistencia a las legiones romanas
en la península ibérica. El primer cónsul romano en probar el amargo sabor de
la derrota fue Quinto Cecilio Metelo Macedónico. Tras someter la mayor parte de
la península ibérica, Roma, a través del citado cónsul, declaró la guerra a la
ciudad de Numancia. La primera batalla entre romanos y numantinos supuso la derrota
de los primeros. Esta victoria de los numantinos animó a otros pueblos ibéricos
a rebelarse contra el poder de Roma. El Senado romano, dada la importancia económica
y estratégica de la península ibérica, no podía permitir esta situación. Mandó
al cónsul Fulvio Nobilior con un poderoso ejército reforzado con tropas
auxiliares, entre ellas destacó la aparición, en batalla, de los temidos
elefantes. Nos encontramos en el año 150 A.C. y de nuevo, para sorpresa de las
legiones romanas, los numantinos volvieron a vencer.
Pasaban los años y todos los cónsules que mandaba Roma eran
incapaces de someter a los valientes y tenaces numantinos. En el año 134 A.C., el
Senado romano decide enviar a uno de sus mejores generales, nos referimos a Publio
Cornelio Escipión Emiliano, familiar del conocido como Escipión el Africano,
que como ya sabemos derrotó en la batalla de Zama a Aníbal Barca. El nuevo
general, acompañado de un ejército reclutado entre los más valerosos y
experimentados legionarios romanos, fue el que daría fin a la resistencia
numantina. Su estrategia no fue diseñada como sus anteriores predecesores buscando una lucha directa y en campo abierto, sino que tras rodear la ciudad numantina con una gran
empalizada, la sometió a un asedio constante que poco a poco fue desgastando a
los valerosos numantinos mediante el hambre y las enfermedades. Los indómitos
numantinos, viendo que no podían recibir ayuda del exterior, y que las bajas
por enfermedad y por inanición eran cada vez más numerosas, decidieron
inmolarse antes que ser capturados vivos por los soldados de Escipión.
¿Os imagináis aquella escena? Escipión, tras comunicarle sus generales que la ciudad numantina había amanecido con grandes
columnas de humo, no observándose ningún movimiento militar en sus murallas,
entró con sus tropas en una ciudad que ya no ofrecía ninguna resistencia. El
espectáculo era atroz, miles de cadáveres poblaban sus calles. Figuras esqueléticas,
encorvadas, reflejaban un sufrimiento de años de resistencia. Los guerreros más
fuertes decidieron morir por sus propias manos, antes que ser capturados y
expuestos para satisfacción y entretenimiento del pueblo romano. Solo pudieron
capturar personas ancianas y niños. Escipión, desairado, mandó destruir
completamente la ciudad, como ya hizo anteriormente con Cartago. Esta acción
final de destruir la ciudad de Numancia, no agradó al Senado romano, sabedor
del valor y heroísmo de los numantinos. A pesar de ello, concedió a Escipión el
sobrenombre de “el Numantino”.
En el siguiente paseo por la historia, seguiremos en
nuestra querida península ibérica para conocer al intrépido e inteligente líder,
Quinto Sertorio...
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