domingo, 17 de junio de 2018

LA CIUDAD DE NUMANCIA



LA CIUDAD DE NUMANCIA
    

Hoy, en nuestro paseo por la  historia, nos centraremos en una población que destacó por su heroísmo y capacidad de resistencia. Numancia fue una ciudad destruida por los romanos completamente. Sus restos arqueológicos aportan una valiosa información sobre nuestros antepasados, en concreto el pueblo celtibérico. Situada en un lugar geográfico conocido como el cerro de la Muela de Garray, desde esta elevada posición, sus habitantes dominaban una amplia llanura rodeada por inmensas montañas del Sistema Ibérico. Un lugar estratégico que permitía el control sobre un vado del río Duero, en un punto donde confluían los caminos que comunicaban el valle del Ebro con el alto Duero.  
La muerte de Viriato (episodio anterior), a manos de tres de sus generales de confianza, dejó a los lusitanos sin líder. Una ciudad celtibérica, posiblemente arévaca, tomó el relevo de la resistencia a las legiones romanas en la península ibérica. El primer cónsul romano en probar el amargo sabor de la derrota fue Quinto Cecilio Metelo Macedónico. Tras someter la mayor parte de la península ibérica, Roma, a través del citado cónsul, declaró la guerra a la ciudad de Numancia. La primera batalla entre romanos y numantinos supuso la derrota de los primeros. Esta victoria de los numantinos animó a otros pueblos ibéricos a rebelarse contra el poder de Roma. El Senado romano, dada la importancia económica y estratégica de la península ibérica, no podía permitir esta situación. Mandó al cónsul Fulvio Nobilior con un poderoso ejército reforzado con tropas auxiliares, entre ellas destacó la aparición, en batalla, de los temidos elefantes. Nos encontramos en el año 150 A.C. y de nuevo, para sorpresa de las legiones romanas, los numantinos volvieron a vencer.
Pasaban los años y todos los cónsules que mandaba Roma eran incapaces de someter a los valientes y tenaces numantinos. En el año 134 A.C., el Senado romano decide enviar a uno de sus mejores generales, nos referimos a Publio Cornelio Escipión Emiliano, familiar del conocido como Escipión el Africano, que como ya sabemos derrotó en la batalla de Zama a Aníbal Barca. El nuevo general, acompañado de un ejército reclutado entre los más valerosos y experimentados legionarios romanos, fue el que daría fin a la resistencia numantina. Su estrategia no fue diseñada como sus anteriores predecesores buscando una lucha directa y en campo abierto, sino que tras rodear la ciudad numantina con una gran empalizada, la sometió a un asedio constante que poco a poco fue desgastando a los valerosos numantinos mediante el hambre y las enfermedades. Los indómitos numantinos, viendo que no podían recibir ayuda del exterior, y que las bajas por enfermedad y por inanición eran cada vez más numerosas, decidieron inmolarse antes que ser capturados vivos por los soldados de Escipión. 
¿Os imagináis aquella escena? Escipión, tras comunicarle sus generales que la ciudad numantina había amanecido con grandes columnas de humo, no observándose ningún movimiento militar en sus murallas, entró con sus tropas en una ciudad que ya no ofrecía ninguna resistencia. El espectáculo era atroz, miles de cadáveres poblaban sus calles. Figuras esqueléticas, encorvadas, reflejaban un sufrimiento de años de resistencia. Los guerreros más fuertes decidieron morir por sus propias manos, antes que ser capturados y expuestos para satisfacción y entretenimiento del pueblo romano. Solo pudieron capturar personas ancianas y niños. Escipión, desairado, mandó destruir completamente la ciudad, como ya hizo anteriormente con Cartago. Esta acción final de destruir la ciudad de Numancia, no agradó al Senado romano, sabedor del valor y heroísmo de los numantinos. A pesar de ello, concedió a Escipión el sobrenombre de “el Numantino”.
En el siguiente paseo por la historia, seguiremos en nuestra querida península ibérica para conocer al intrépido e inteligente líder, Quinto Sertorio...


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